Confinamiento con un familiar con Alzheimer; consejos para el cuidador

Mar, 2020

Fundación Pasqual Maragall

Hemos de intentar hacerlo desde la calma, teniendo en cuenta que las dificultades de comprensión propias del deterioro cognitivo conllevan, además, que quienes lo padecen tengan mayor dificultad para entender y asimilar la nueva situación.

Afrontar la situación desde la serenidad

Ante esta emergencia sanitaria todos debemos cuidarnos para paliar las consecuencias que esta situación puede generar, sobre todo para evitar que el sistema sanitario se colapse y que las personas más vulnerables enfermen. Como seres biopsicosociales que somos, tenemos que cuidar nuestro cuerpo, nuestra mente y nuestra esfera social. Todas estas facetas, además de interactuar entre ellas, se ven afectadas, en mayor o menor medida, por la situación actual de confinamiento.

La preocupación por gestionar de la mejor manera posible el día a día en obligado confinamiento, unida a la incertidumbre por el impacto que esta situación pueda tener en distintos ámbitos (económico, social, sanitario…), tanto a nivel individual como colectivo, puede conducir a un estado de estrés y ansiedad. Esta reacción es comprensible, pero hemos de procurar afrontar la situación desde la serenidad.

La convivencia familiar ininterrumpida no siempre es fácil de gestionar y, con un familiar con deterioro cognitivo o demencia, es aún más compleja. Claramente, la situación actual exige dotarse de una buena dosis de paciencia, tolerancia y empatía, que solo desde el amor, el conocimiento (y autoconocimiento) y la responsabilidad puede afrontarse con sensación de control de uno mismo.

Manejar la ansiedad y el estrés del cuidador

La ansiedad y el estrés pueden provocar la disminución de nuestras defensas y afectar a nuestro sistema inmunológico, y estamos en unos momentos en que lo necesitamos bien fuerte. Es importante detectar si tenemos síntomas del llamado síndrome del cuidador, que podría conllevar un proceso de estrés perjudicial para nuestra salud. Un nivel ajustado de estrés o ansiedad es necesario para hacer frente a nuevas situaciones, pero presentar niveles elevados no ayuda a manejar óptimamente la situación.

Algunos de los síntomas que nos indican que estamos sufriendo altos niveles de ansiedad son:

Físicamente: palpitaciones, taquicardia, boca seca, sensación de opresión en el pecho, molestias gástricas, dificultad en conciliar el sueño....

Mentalmente: dificultad de concentración, irritabilidad, incapacidad para tomar decisiones, pensamientos negativos...

Emocionalmente: miedo, desesperación, sensación de falta de control, síntomas depresivos...

Para tratar de minimizar el impacto de esta situación en nuestra salud y bienestar, así como en los de la persona a quien cuidamos, pueden ser de gran utilidad diferentes técnicas para controlar la ansiedad. El abanico de posibilidades es amplio y cada uno puede optar por aquellas que más se ajusten a sus características personales y posibilidades.

Gestionar el día a día

La persona que cuida necesita poder encontrar, aunque sean breves, espacios para sí misma que le ayuden a mejorar su bienestar y aumentar así su cota de paciencia y capacidad de control. Para ello hay técnicas psicológicas de gran ayuda para mejorar tanto el estado físico como el mental. Una técnica de relajación fácil de practicar, es la relajación muscular progresiva, cuya práctica ayuda a controlar los niveles de estrés y ansiedad. También puede resultar muy útil la técnica de respiración diafragmática.

Para tratar de rebajar su posible nivel de ansiedad y confusión, es recomendable observar a nuestro familiar con Alzheimer y detectar qué situaciones le alteran y cuáles le calman. Para ello es importante fomentar la empatía para procurar comprender su perspectiva.

Podemos pensar en actividades que puedan resultar placenteras para ambos, siempre adaptadas a las posibilidades y preferencias de cada caso: escuchar música, bailar, cocinar juntos, mirar álbumes de fotos… y procurar incorporarlas en las rutinas de cada día. Nuestra visión de cualquier situación, la forma cómo la percibimos (por ejemplo, como una oportunidad y no como una amenaza) influye claramente en nuestro bienestar.

Aunque no estamos viviendo una circunstancia agradable, podemos aprender mucho de ella. Por ejemplo, valorar la situación como una oportunidad para poder dedicar mayor tiempo para atender a nuestro familiar sin prisas, manejar los tiempos sin presiones externas, fomentar conversaciones familiares (ya sea con quienes conviven en casa, por teléfono o por internet).

Obviamente, no dejarán de existir y necesitaremos manejar los conflictos propios de la convivencia, unidos a los que se pueden derivar de los síntomas de la propia enfermedad. Es recomendable tener en cuenta algunos consejos para afrontar el día a día con una persona con Alzheimer y que una adecuada comunicación puede ahorrarnos confrontaciones desagradables.

Situación complicada, pero temporal

Ante todo, tengamos cuenta que esta situación es temporal y que, más adelante, volveremos a nuestras rutinas, a disponer de servicios ahora cancelados, a poder abrazar a nuestros seres queridos, a dar paseos por las calles, a salir con amigos y a disfrutar de encuentros familiares. Probablemente entonces valoraremos con mucha más intensidad lo que hace tan solo unos días nos parecía normal.

Estos días, además, estamos viendo cómo afloran valores comunitarios que demuestran que nuestra sociedad, mayoritariamente, es buena: apostar por el bien común, destacar el valor de la solidaridad y la fraternidad, sentirse parte de un colectivo “humano” y protegerlo por encima de todo. Intentar adoptar un enfoque positivo, dentro de la dura realidad, siempre nos ayudará a relajarnos, a evitar estados de ansiedad y a potenciar nuestra capacidad de resiliencia. Si conseguimos controlar el temor y la ansiedad será más fácil adaptarnos a una situación tan extrema, donde prime nuestra protección, la de nuestros seres queridos, y la de la sociedad en general.

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